
Lo de intentar vender modelos de los que no tienes ni un tornillo fabricado es algo que se ha estilado bastante en el mundillo de las motos eléctricas en los últimos años y que se sigue haciendo hoy en día.
Es lo que tiene el modelo de empresas bootstrap (básicamente se trata de empezar con lo mínimo posible) y la economía basada en el crowdfunding o financiación colectiva.
Te pongo un ejemplo para que nos entendamos.
Supongamos que una buena mañana decides que quieres crear una nueva moto eléctrica bajo tu propia marca porque hoy te has levantado de subidón y no hay nada imposible.
Eso sí: no has estudiado ingeniería industrial, no tienes ni zorra idea de cómo se construye una moto, desconoces por completo la legislación, no has visto un chasis desnudo en tu vida, no tienes motores, no tienes fábrica, no tienes empleados y tampoco tienes dinero.
¿Qué podría salir mal?
Bien, pues gracias a portales web como Kickstarter, puedes llegar a cumplir tu sueño… siempre que seas capaz de convencer a la cantidad suficiente de personas para que te financien el proyecto.
Es lo que en mi pueblo llaman vender humo.
Bienvenidos a la economía del siglo XXI
A ver, que no estoy en contra de esto aunque parezca lo contrario.
No nos escandalicemos. La inmensa mayoría de empresas de este mundo existen porque alguien en algún momento vendió humo con éxito. Da igual si fue a particulares, a un banco, a un gobierno o a un grupo inversor.

Sacar adelante un producto a través de financiación colectiva es totalmente respetable, y sin duda, es una herramienta valiosa para muchos emprendedores con buenas ideas pero sin capital económico.
Lo que está mal no es el crowdfunding, sino engañar al personal. Hay una delgada línea entre las aspiraciones optimistas y la vulgar estafa.
Este tipo de plataformas son muy atractivas para dos grupos de personas muy peligrosas: la gente con más sueños que sentido común y la gente sin escrúpulos. Por suerte, también hay personas con proyectos sólidos que acuden al crowdfunding a probar suerte. Y algunos incluso salen bien y se convierten en éxitos.
Bien. Pues hoy te contaré la historia de un joven ruso afincado en Cambridge que en 2017 quiso crear una moto eléctrica muy espectacular y revolucionaria. Tanto, que no hubo medio especializado de las dos ruedas que no se hiciera eco de la noticia.
Vigo: una moto eléctrica demasiado buena para ser verdad
No sabemos si se trataba de un homenaje a la ciudad gallega, al malo de Cazafantasmas II o a qué demonios, pero Vigo fue el inusual nombre que Timothy Sergeev, el protagonista de nuestra historia, le puso a su proyecto de moto.

La empresa se llamaba Eco Motorcycles, o al menos ese era el nombre de su página web. No te molestes en buscarla porque ya no existe (a finales de 2020 aún estaba por ahí), pero yo la vi en su momento y te puedo decir que era bastante cutre, nada acorde al diseño de su vehículo.
Bueno, yo no creo ni que llegaran a estar formalmente constituidos como empresa, pero la cuestión es que su actividad pública comenzó el 1 de enero de 2017.
Su historia fue corta, pero fulgurante.
El 4 de enero de dicho año anunciaron al mundo la creación de una moto eléctrica como nunca antes se había visto. Sus características eran apabullantes:
• ¡640 kilómetros de autonomía!
• 120 CV de potencia
• 290 km/h de velocidad máxima
• Aceleración de 0 a 100 km/h en 3.2 segundos
• Sonido de motor personalizable
• Recarga rápida de entre 20 a 30 minutos
• Vida útil de la batería de 400.000 km
• Unos escasísimos 160 kg de peso
• GPS integrado
• Y una estética francamente interesante...

Ah, y todo este despliegue de maravillas por unos irrisorios 9.500 €, impuestos incluidos. Vamos, la releche.
No es de extrañar que el anuncio tuviera una gran repercusión. Se publicó en todos los medios del mundo motociclista. Quiero pensar que al menos lo harían con cierto escepticismo, pues una ficha técnica así era como venida de una dimensión paralela. No había nada igual. Ni siquiera hoy, en 2021.
Como era de esperar, todo este revuelo hizo que el proyecto ganase inmediatamente muchos seguidores o simples curiosos.
Y no mucho después, el 16 de febrero de 2017, los responsables de la Vigo anunciaron que iniciaban una campaña de crowdfunding en la plataforma IndieGoGo, algo que era de esperar, pues resultaba evidente que estos chavales no tenían medios ni experiencia para crear algo así.
Hay que reconocer que el modelo 3D que tenían era bastante interesante. Por aquellas fechas, la mayoría de motos eléctricas (reales) que se conocían no tenían diseños demasiado excitantes, y desde luego, no se acercaban ni de lejos a la supuesta ficha técnica que lucía la Vigo.

Pero claro, todo eso tenía truco: sus datos no eran más que sueños húmedos basados en la nada más absoluta.
Sencillamente no había tecnología en el mercado mundial capaz de proporcionar esas prestaciones. Vamos, ni las participantes en MotoE. Y en caso de existir, desde luego no te las iban a vender por 9.500 €. ¿Quién se podía creer eso?
Lo único que tenían los chicos de la Vigo era un render (para entendernos: un modelado por ordenador) de la moto y unas pocas capturas de la simulación 3D mezcladas con paisajes reales en montajes fotográficos no muy creíbles.
También se suponía que tenían un acuerdo con la empresa de componentes Arrow Electronics, aunque en ninguna parte se especificó de manera muy clara en qué consistía la colaboración, lo cual no aportaba gran cosa.

Bueno, pues aunque ahora todo eso parezca de risa, la realidad es que había unos cuantos que sí se lo creían. Sin embargo, a la hora de sacar la tarjeta de crédito y demostrarlo, parece que ya no tenían tanta fe.
La campaña de crowdfunding solicitaba unos 277.518 €, que es una cantidad inusual por un lado, y ridículamente escasa por otro si lo que se pretende es levantar un proyecto de estas características.
Las aportaciones posibles iban de unas modestas 10 libras esterlinas (11,50 €) a las 800 (925 €). Sin embargo, la cosa no fue como imaginaron, y poco después pasó lo que tenía que pasar.
No money, no kiss
Pese a que tenían la atención de medio mundo y el interés de muchos curiosos, la moto eléctrica Vigo no obtuvo ni por asomo el respaldo económico solicitado en su ronda de financiación.

La campaña se cerró varias semanas después con poco más del 8% de la recaudación solicitada, lo cual no era suficiente para hacer nada. Es más, es probable que ellos mismos fueran los que más dinero pusieran en su propia campaña (es algo bastante habitual), por lo que la cantidad real obtenida sería aún menor.
Poco después comunicaban su fracaso en Facebook y decían reenfocarse en intentar hacer realidad un modelo más modesto, apto para el carnet A1 (125cc). Hicieron un llamamiento para que todos sus seguidores aportaran 30 libras y que el proyecto viera la luz.
Finalmente, al mes siguiente detuvieron la campaña y decidieron devolver el dinero a las personas que habían apostado por ellos, ya que el capital no era suficiente y la meta fijada había quedado absurdamente lejos. Menos mal que al menos en eso tuvieron cabeza.
Despedida y cierre de un proyecto loco
Desde abril de 2017 ya no hubo ni un solo mensaje más por parte de esta gente. Bueno, tan sólo una incomprensible felicitación por Navidad en ese año.
La moto eléctrica Vigo desapareció del mapa, y con ella, sus creadores y sus ensoñaciones ingenuas, que tuvieron una repercusión desproporcionada, cuando cualquiera con dos dedos de frente sabía que era irrealizable.

La anécdota final de esta historia es que en su muro de Facebook apareció un mensaje, después de año y medio de silencio (septiembre de 2018), diciendo que aspiraban a seguir con el desarrollo de la Vigo, y pedían de nuevo el apoyo de sus seguidores… que seguían deseándola como quien desea un unicornio volador.
Por si te lo preguntas, nunca hubo ninguna noticia ni comunicación más.
En fin, son incontables los proyectos de motos eléctricas que a lo largo de los últimos diez años no han pasado de la fase de concepto, haciendo más o menos ruido mediático y desapareciendo poco después, dejando por el camino un reguero de desilusión.
A día de hoy, por increíble que parezca, la moto Vigo sigue teniendo más de 7.200 seguidores en Facebook, muchos de ellos españoles a juzgar por los comentarios.
La ciencia-ficción siempre tuvo muchos adeptos.
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