
Hace dos semanas estuve hablando por aquí de motos híbridas. Si no has leído el artículo, te lo puedo resumir en que, de momento, poco o nada tangible se había producido aún en ese nuevo y casi inexplorado campo.
Pero... y ¿motos de hidrógeno?
En coches ya hay algunas iniciativas en ese sentido. Entonces, ¿será ese el siguiente paso evolutivo de las motos de gasolina? ¿Quizás el siguiente a las motos eléctricas? ¿hay alguna marca investigando en torno a motos con motor de hidrógeno?
El tema es muy interesante, y probablemente aquí encontrarás datos que te van a chocar respecto a lo que popularmente se sabe sobre este asunto.
Vamos con ello.
Empezamos fuerte: el motor de hidrógeno NO EXISTE
No, no existe. En serio.
Veamos...
No me refiero a que no haya modelos en la calle, que por supuesto que no. Me refiero a que no existe el propulsor de hidrógeno como tal, es decir, con el hidrógeno como combustible. El término ‘motor de hidrógeno’ es un error de concepto en el campo de la movilidad terrestre.
La cosa no va así.
Hay quien cree que esta alternativa consiste en cambiar los motores que llevan gasolina por otros parecidos, pero a los que, en vez del clásico derivado del petróleo, les echas hidrógeno en el tanque de combustible, y luego (simplificando mucho) éste se quema en los cilindros y se produce el movimiento del mismo modo que se ha hecho toda la vida en coches y motos. Y a tirar millas.
Meeeeeeec! Error.

Pues no, esto no va así. Ahora te cuento por qué.
Explicando el mal llamado motor de hidrógeno
El motor de hidrógeno es, en esencia, un motor eléctrico, ni más ni menos. La diferencia, a grandes rasgos, es que, en vez de que ese motor eléctrico se alimente de la energía de una batería de litio, lo hace de lo que se suele denominar ‘pila o célula de combustible’, que es la que contiene hidrógeno (y que hay que recargar cuando se gasta).
El hidrógeno es el elemento químico más abundante. Se estima que el 75% del universo está compuesto de hidrógeno. Su estado natural es gaseoso, y es incoloro, inodoro e insípido, lo cual, como veremos más adelante, es un gran problema.

Otra particularidad del hidrógeno es que es muy reactivo ante el oxígeno, desencadenando una explosión del carajo si entra en contacto con este elemento. Y de esa relación tormentosa es de donde los humanos pretendemos extraer su poder energético. Un litro de hidrógeno puede liberar algo así como el triple de energía que un litro de gasolina.
El hecho de que tenga tal poder energético es la razón por la cual es el combustible que utilizan casi todos los cohetes espaciales. Éstos, lo que hacen, en esencia, es mezclar hidrógeno con oxígeno líquido a cascoporro y, ale, arreando p’a la Luna, Marte o donde sea. Así que ya te puedes hacer una idea de la potencia de la mezcla.

Volviendo al tema de los motores y la pila de combustible, en ésta se produce la mezcla (supuestamente) controlada de hidrógeno con el oxígeno atmosférico, dando como resultado una producción de energía muy elevada, que es la que alimenta a un motor eléctrico, cuyo funcionamiento en motos ya expliqué en este artículo.
Para colmo de beneficios, la potencia conseguida no sólo es alta, sino que, como imagino que sabrás, el residuo que se produce de la reacción química entre el hidrógeno y el oxígeno es, básicamente, vapor de agua, lo cual, sobre el papel, supone el paradigma perfecto del transporte ecológico, limpio, sostenible y fantabuloso.
Hasta aquí, todo genial, ¿no?
Pues sí, pero, por desgracia, la historia no acaba ahí.
El motor de hidrógeno no es viable a gran escala: ni en coches, ni en motos, ni en nada que puedas comprarte
Te cuento.
Resulta que, en el planeta Tierra, el hidrógeno es extremadamente raro de encontrar en su estado elemental, es decir, como un gas. El hidrógeno abunda, sí, pero siempre asociado a otros elementos, como el oxígeno, formando agua, o al carbono, formando gas metano.
Entonces, ¿qué ocurre?
Pues que para obtener hidrógeno en estado puro, primero hay que separarlo de sus molestos compañeros de viaje, y eso, como puedes imaginar, ni es fácil, ni es gratis. Y ahora viene la parte en la que la cosa se pone fea.
Resulta que para producir hidrógeno puro hay, principalmente, dos vías: una buena y una mala.

La que sería ideal, por ecológica, en realidad es un puto infierno de ineficiencia. Se trata de la hidrólisis, lo cual, traducido al cristiano, viene a ser la separación de la estructura molecular del agua (H2O). Lo malo es que, para conseguir esto, hace falta aplicar una gran cantidad de electricidad al agua.
Y, dado que el agua es muy mala conductora de la electricidad, para optimizar el proceso se tienen que usar catalizadores que incorporan materiales carísimos y escasos, como el paladio, el oro o el platino. Cositas de la química.
La cuestión es que así es como se produce el auténtico hidrógeno respetuoso con el medio ambiente, el que mola, el que nos venden en los medios como el maná de los dioses y el salvador de la humanidad. Pero no, va a ser que no.
Como imaginarás, obtener hidrógeno así sale muy caro, del orden de tres a cinco veces más que con el otro método que te voy a contar ahora.
El otro método es mucho más barato, claro, pero resulta que contamina que da gusto. Se trata de separar el hidrógeno del gas natural (básicamente, del metano). Obviamente, para hacer eso, ¿qué es lo primero que necesitas? Pues conseguir metano, está claro.
OK, y ¿de dónde sacamos gas metano? Del mismo sitio de donde sacamos petróleo del de toda la vida (y con los mismos medios). Entonces, ¿a quién le interesa contarnos la milonga de que el hidrógeno es cojonudo? Exacto: a las petroleras, que veían su negocio peligrar con el motor eléctrico, pero ahora han visto el cielo abierto si consiguen vendernos la moto de que el hidrógeno es la panacea que necesitamos.

Esta es la trampa del supuesto hidrógeno limpio, que ni es limpio ni leches, porque supone seguir dependiendo del gas natural, y emitiendo CO2 a la atmósfera en cantidades industriales, y obviamente, el gas sigue siendo una materia prima de origen fósil, difícil de extraer, de recursos limitados y controlado por muy pocas manos. Por desgracia, según un estudio independiente, actualmente el 95% del hidrógeno que se produce en el mundo se obtiene mediante este método.
Por esta razón, quien está poniendo más empeño en que se hable del hidrógeno son las empresas petroleras, que estarían encantadas de que se impusiera como sustituto de los motores de gasolina para que sigamos dependiendo de ellas, de su oligopolio mundial, de sus estaciones hidrogeneras y de seguir pagándoles lo que nos pidan.
Hace poco, recuerdo que salía en la web del diario El País un artículo patrocinado de Repsol anunciando las bondades del hidrógeno. Todo con colorines blancos, verdes y chupiecológicos. Uy, ¿Repsol vendiendo lo bueno que es el hidrógeno? Qué sospechoso… Y tanto. Ahora ya sabes por qué.
Pero esto no acaba aquí. Resulta que este problema está lejos de ser el único del hidrógeno. No se vayan todavía: aún hay más.
Las otras razones por las que no tendrás moto de hidrógeno
El hidrógeno no es ninguna broma. Es más difícil de domesticar que un gato salvaje.
Hay una larga lista de inconvenientes de su uso, derivadas de su propia naturaleza, que hacen que sea extremadamente complejo de utilizar de un modo masivo. Por ejemplo, las siguientes:
Almacenamiento y transporte
El hidrógeno es un elemento tan peculiar que en su día los químicos no tenían muy claro ni dónde colocarlo en la tabla periódica, y por eso aparece solito, alejado de cualquier otro grupo dentro de la odiosa lista que todos tuvimos que memorizar como gilipollas en secundaria.
La cuestión es que el hidrógeno es el elemento químico más sencillo que existe, y también el más ligero. Por desgracia, esto supone un problema muy considerable, pues para meterlo en un recipiente contenedor hace falta aplicar una gran cantidad de presión. Pero MUCHA presión. Eso o tener un depósito gigantesco, lo cual no es asumible en un coche, y no digamos ya en una moto.

Para que nos hagamos una idea de la presión que hace falta, para un coche estándar, se estima que serían algo así como unos 700 bares, lo cual equivale a siete veces la presión de una bombona de buceo o unas treinta veces la que tiene una bombona de butano. Una bestialidad, vamos.
Y, claro, los depósitos que pueden asumir semejante cantidad de presión tienen que ser fabricados en aleaciones especiales de alta resistencia, muy pesados, lo cual vuelve a redundar en grandes costes.
Imagínate la locura que supone eso a gran escala para trasladar por el mundo enormes cantidades de hidrógeno. E intentar transportarlo en estado líquido es del todo inasumible, pues resulta que para que este elemento pase a estado líquido es necesario llevarlo a -253ºC, casi al borde del cero absoluto. Lo dicho: misión imposible.
Seguridad
Sí, todos sabemos que la gasolina arde y puede explotar, pero el hidrógeno es, sencillamente, el nivel dios de la pirotecnia.
Sus propiedades de extrema ligereza, además de ser incoloro, inodoro e insípido, hacen que se pueda colar por cualquier mínima rendija, y en cuanto esto sucede y entra en contacto con el aire, el desastre absoluto se produce.
No hace falta calor o una llama como con la gasolina. Esto explota a la mínima, y ya ha habido accidentes muy graves en centros de almacenamiento.
Hace poco leí una burrada muy gorda en un conocidísimo medio de comunicación de ámbito motociclista (que no nombraré). Para quitar el miedo al hidrógeno, decía que éste era explosivo, sí, pero que no pasaba nada, que no lo era más que la gasolina.
Claro, claro… ¿tú has visto alguna vez que la gasolina explote porque una gota entre en contacto con el aire? Cuánto zopenco suelto hay por ahí...
Al ser tan ligero e indetectable por color u olor, las medidas de seguridad para controlar el hidrógeno son muy costosas. Además, tiene la propiedad de volver quebradizos a muchos metales, nadie puede garantizar la fiabilidad del almacenamiento a medio-largo plazo, y cualquier mínimo error, por pequeño que sea, resulta fatal.
Famosos son los accidentes terribles e históricos del Zeppelin de Hindenburg en 1937 o el del transbordador Challenger de la Nasa en 1986. No se trata de meter miedo ni de ser alarmista; se trata de contar la verdad. El hidrógeno es muy difícil de controlar, mil veces más que la gasolina.
Mantenimiento de la red de abastecimiento y de los vehículos
Como ya he mencionado, mantener controlado al hidrógeno es como intentar contener a un adicto con síndrome de abstinencia: chungo. La lista de inconvenientes es enorme:
Los contenedores de hidrógeno son mucho más caros que los tanques de hidrocarburos; crear una red de distribución es muy complejo y también muy caro; las frecuentes revisiones a las que absolutamente toda la red tendría que someterse serían costosísimas (¿te imaginas pasar la ITV cuatro veces al año?); hacen falta compresores potentísimos para ir trasvasando el hidrógeno de recipiente a recipiente, lo cual también conlleva un alto consumo eléctrico, por no hablar de que los depósitos deberían renovarse a menudo por miedo a deterioros a los pocos años...

Por otro lado, las famosas células de combustible (fuel-cells) también pierden eficiencia con el tiempo y hay que cambiarlas, lo cual no es nada barato. Además, no se habla de que requieren de filtros de aire ultraeficaces para que no entre ni la más mínima mota de polvo o partícula en contacto con el hidrógeno. Y ese es otro coste frecuente de los motores de hidrógeno que no se menciona.
Para finalizar el apartado de costes, actualmente el coste de un kilo de hidrógeno está sobre los 9 €, que a un un coche le permite hacer unos 150km, lo cual es un precio disparatado. Obviamente, esto se abarataría con una producción global generalizada. La cuestión es: ¿es eso posible? ¿es viable?
Como puedes ver, todo son peligros y costes altos por todos lados.
No obstante, de momento vamos a echar un vistazo a qué ha hecho la industria de las dos ruedas en este campo.
Proyectos e iniciativas de motos con motor de hidrógeno
Con todos estos antecedentes que te he comentado, resulta complicado que ninguna marca de motos se haya aventurado a hablar de modelos con esta tecnología. No obstante, alguna cosa podemos mencionar.
Por un lado tenemos a Honda, que ya hizo sus experimentos hace bastantes años. De hecho, James May (del famoso programa británico Top Gear) se dio una vuelta en el prototipo de hidrógeno Honda ENV, que básicamente era poco más que una bici, pero oye, andar, andaba.
De eso hace más de diez años, y no hemos sabido prácticamente nada más desde entonces. Bueno, en 2018 también registraron una patente de moto que funcionaba con hidrógeno, pero eso fue todo: poco más que una idea general, sin más repercusión. Mala señal.
Suzuki también ha hecho sus pinitos. En el lejano año 2008, en el Salón de Tokio presentó el prototipo Crosscage, que albergaba dentro de un chasis en forma de X (de ahí su nombre) una célula energética de hidrógeno. Llegaron a mostrar fotos en las que el invento circulaba, o sea, que se supone que no era sólo de exposición. Sin embargo, nunca más se supo.

Al año siguiente, en 2009 se anunció que fabricarían un Burgman Fuel-Cell de hidrógeno. Unos dos años más tarde, en 2011, dijeron que empezarían a hacer pruebas y que lo destinarían al Departamento Policía de Londres.
El caso es que el Burgman Fuel-Cell efectivamente existió, rodó, y se destinaron ocho unidades experimentales a patrullar las calles londinenses, pero eso fue en 2017… seis años después del anuncio. Algún problemilla encontrarían, digo yo. Y, por supuesto, se trataba de una prueba para ver qué tal.
Esta versión del famoso scooter rendía una potencia de 8 CV, bastante por debajo de un motor de gasolina de 125cc, y eso que se ayudaba también de una batería de litio para las aceleraciones y arrancadas. La generación de energía eléctrica por medio del hidrógeno sólo funcionaba en solitario en modo crucero.

En fin, fueron unos primeros pasos, y doy por supuesto que la prueba no sería ninguna revolución, dado que no ha habido ni una noticia más al respecto en tres años y que nada más se sabe del desarrollo de esta tecnología por parte de Suzuki.
Una idea bienintencionada que aún está lejos de ser viable
Que no se me entienda mal. No tengo nada en contra de los vehículos con esta tecnología. Es más, ojalá funcionara y las cosas fueran más sencillas, pero la verdad es que no lo son.
La tecnología de los motores impulsados por células de combustible (o sea, de hidrógeno) llevan estudiándose desde hace décadas y, si no hemos visto apenas avances, a pesar de los enormes intereses que tienen algunos, será por algo.
Sí, vale, por ahí circula ya la segunda generación del automóvil Toyota Mirai, pero es poco más que una anécdota, un experimento de utilidad escasa tirando a nula, y muy caro. Eso sí, admirable, como cualquier proyecto pionero.

Para que la movilidad basada en el hidrógeno se estableciese a escala masiva, primero haría falta abaratar mucho la obtención de esta materia prima por el sistema de la hidrólisis. Si se acabara desarrollando el otro sistema, basado en el gas natural, nos estarían tomando el pelo como sociedad… algo que, por otra parte, tampoco sería nada nuevo.
Pero es que, por otro lado, haría falta conseguir seguridad absoluta en toda la cadena de suministro del hidrógeno, algo que tiene importantísimos obstáculos que están muy lejos de solucionarse. Y no sé a ti, pero a mí lo de llevar entre las piernas una bomba que puede estallar ante el más mínimo fallo técnico no me emociona en exceso.
Me temo que los vehículos basados en baterías de litio, si bien no andan escasos de problemas tampoco, tienen muchos más aspectos positivos y llevan ya una considerable ventaja. Dentro de poco, la autonomía y el coste de estas baterías ya no serán un inconveniente.
Para colmo de males, precisamente en una moto es aún más difícil que tenga sentido un motor alimentado por hidrógeno, pues las motocicletas son vehículos que necesitan poco peso, poco volumen y en las que casi todos sus componentes están muy expuestos a la intemperie y a los elementos… por no hablar de caídas.
Si ya en los primeros años del siglo XXI estaban Honda o Suzuki experimentando con esto y aún hoy no hay ni rastro de modelos con esta tecnología, pues igual resulta que la realidad nos está mandando un mensaje claro: no se puede.
En fin, quién sabe, quizás las veamos más adelante, pero por ahora (finales de 2020), las motos de hidrógeno no están en la agenda de nadie, ni son una opción a corto o medio plazo.
Imagen de portada y cabecera: Moto de hidrógeno Honda ENV
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