Breve (pero necesaria) historia de las motos eléctricas

Niños en moto de juguete

El resurgir de las motos eléctricas en el siglo XXI trae consigo la despedida de gran parte de lo que conocíamos hasta ahora sobre motocicletas. Eso tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Que cada uno elija qué cae en un lado o en otro.

Por ejemplo, se acabaron las revisiones periódicas, las abultadas facturas del taller, las cajas de cambios y los embragues, los cilindros y las válvulas, las revoluciones por minuto y, si me apuras, hasta los caballos de vapor (CV), pues a partir de ahora, aunque ambos índices son convertibles, los motores medirán su potencia más a menudo en kilowatios (kW).

Al principio, todo eso va a suponer un shock considerable para todo aquel que dé el salto hacia su primera montura eléctrica. Los más apasionados por el mundo del motor van a echar de menos lo de admirar la maquinaria, los clásicos ruiditos de dilatación y contracción del metal y, por supuesto, el sonido del tubo de escape, entre otras muchas cosas. Ese conjunto de elementos y sensaciones tiene los días contados ya. Han quedado obsoletos.

De todas maneras, aunque pueda parecernos que las motos eléctricas son el último grito en tecnología, en realidad no lo son. De hecho, son más viejas que la tos, y sus orígenes se encuentran en el corazón del siglo XIX. Así que, para empezar, no vendría mal un breve repaso al origen de todo esto.

Un poquito de historia nunca hizo daño a nadie

Pongámonos en situación.

Escena urbana del siglo XIX

Escena del siglo XIX en una urbe desarrollada

Primera mitad del siglo XIX.

Las viviendas aún se alumbran exclusivamente con velas, lámparas de aceite y chimeneas de leña. Las mujeres eran consideradas objetos decorativos sin voz ni voto, cuya única razón de ser era casarse; y los negros, todos esclavos o sirvientes en el mejor de los casos.

El transporte más avanzado del momento era el ferrocarril a vapor, que perdía carreras de velocidad contra caballos arrastrando vagones, y apenas había unas pocas vías en los lugares más desarrollados del planeta.

En el mundo aún había zonas por cartografiar. El analfabetismo en España era de alrededor del 75%. No existía la anestesia, ni los antibióticos, ni la pastilla de jabón, ni por supuesto el teléfono o la radio. Apenas se empezaba a experimentar con esa fuerza tan extraña llamada electricidad, que en aquella época a la población general le debía resultar tan ajena como para la actual lo es la física cuántica o la investigación sobre la materia oscura.

Así las cosas, no es de extrañar que el motor eléctrico tenga un origen difuso, pues constan varios constructores de prototipos. Sin embargo, se considera al húngaro Ányos Jedlik como el padre del primer motor eléctrico aplicado una maqueta a escala en 1828, y hay cierto consenso en que fue el escocés Robert Anderson quien, en algún punto sin concretar entre 1832 y 1839, creó el primer vehículo eléctrico real.

¡Eso fue, como mínimo, 21 años antes que el motor de gasolina!

Efectivamente, en 1860 fue cuando se presentó la primera patente de motor de combustión interna (de dos tiempos, por cierto) por parte del belga Ettiene Lenoir. Y curiosamente, también en ese año se registró la primera patente de moto eléctrica. Hace 160 primaveras, que se dice pronto. Y aún tuvieron que pasar más de cincuenta años después de eso para que se produjera la primera comercialización de una moto eléctrica en 1911.

Thomas Edison con el primer vehículo con batería de níquel-hierro, año 1902

Thomas Alva Edison (primero por la izquierda) aportó mejoras a los vehículos eléctricos con el invento de las baterías de Níquel-Hierro (1902), pero su densidad energética no fue suficiente

Así pues, la cuestión inquietante que surge ahora es…

¿Por qué no se desarrollaron los motores eléctricos?

Bueno, lo cierto es que es difícil de saber al 100%, pero podemos intuir una razón principal y otra complementaria no menos importante.

La principal es que en el siglo XIX no había ni un atisbo de nada parecido a una red eléctrica en el mundo. Si aún en 2020 hay problemas serios para cargar un vehículo eléctrico y que éste tenga sentido… imagínate hace más de siglo y medio.

La razón complementaria es que, si bien no habían surgido aún empresas eléctricas (por ejemplo, General Electric nació en 1898), sí que había ya intereses económicos para que se desarrollaran los motores basados en el petróleo, y comparativamente, en aquella época obtener la energía del petróleo era más sencillo que obtenerla de la electricidad.

Así que, una vez que se empezaron a asentar los vehículos de gasolina a principios del siglo XX, el poder de las petroleras fue imparable. Que se lo cuenten a los Rockefeller o los Getty.

Después de aquellos primeros pasos iniciales del motociclismo eléctrico, su papel durante el siglo pasado fue entre minúsculo y directamente inexistente, con muy pocas aplicaciones prácticas en vehículos de dos ruedas. Apenas se usaron tímidamente en algunos servicios postales y no mucho más.

Coche eléctrico del servicio postal de Buffalo, Nueva York

Los vehículos eléctricos no tuvieron apenas uso durante el siglo XX

El siglo XX fue prácticamente un erial para las motos eléctricas. Sin embargo, a las puertas del cambio de milenio, se produjo una noticia importante.

En 1996, Peugeot (fabricante histórico cuya primera motocicleta data de 1898) presentó el modelo Scoot’elec en el salón Intermot de Colonia. Éste estaba basado en otro de la marca, el Zenith, y externamente pasaba por ser un scooter normal y corriente, sin que nada indicara su funcionamiento eléctrico.

Finalmente, el Scoot’elec se convirtió en el primer scooter eléctrico fabricado en gran serie y tuvo un relativo éxito durante los 10 años que estuvo en producción, siendo el antecedente de las motos eléctricas modernas. Si bien todavía llevaba (3) baterías de Níquel-Cadmio (NiCd), como los primeros teléfonos móviles, y su autonomía estaba entre los 40-50 kilómetros, eso le bastó para hacerse un hueco en el mercado.

Las motos eléctricas, tal y como las conocemos hoy, acababan de nacer.

Ilustración del Peugeot Scoot'elec, año 1996

Gráfico del esquema interno del Peugeot Scoot'elec, año 1996  (Imagen: Peugeot)

El lento y abrupto camino hacia la sostenibilidad

Sin embargo, una vez finalizada la producción del Scoot’elec, a Peugeot le costó otros cinco años decidirse a sacar otro modelo eléctrico. Es de suponer que no estaban muy convencidos del todo de que fuera un camino económicamente viable para ellos.

Al final, en 2011 lanzaron el e-Vivacity, pero para entonces una marca de origen estadounidense, Vectrix, ya estaba revolucionando el mercado con interesantes propuestas y nuevos tipos de baterías más longevas, de níquel metal-hidruro (Ni-MH), que carecían de efecto memoria, y poco después de litio-ferrofosfato (LiFePO), con mayor autonomía. Más tarde llegarían las de iones de litio, que son las que se usan mayoritariamente hoy en día.

Peugeot e-Vivacity, año 2011

Peugeot e-Vivacity, año 2011  (Imagen: Peugeot)

La marca Vectrix supuso un revulsivo en muchos mercados y fue una de las fábricas que más han hecho por el renacimiento de las motos eléctricas a nivel popular.

A partir de 2010 empezaron a surgir fabricantes de motos eléctricas como champiñones, muchas de ellas muy pequeñas, importando productos de origen chino de baja calidad, y generalmente con acabados entre lo discreto y lo directamente de juguete.

Sin embargo, a pesar del empuje de Vectrix durante unos años (llegaron incluso a tener un modelo de doble rueda delantera), la empresa acabó quebrando y se desmanteló… siendo, un tiempo después, resucitada parcialmente en algunas zonas, como en España. Algún día contaremos su historia completa, que es francamente interesante.

Vectrix VX1 dorado

El scooter más icónico de Vectrix: el VX1  (Imagen: Vectrix)

En cualquier caso, los últimos diez años de nuestra historia reciente son los que han hecho evolucionar, casi en la sombra, a las motocicletas eléctricas como vehículos no sólo perfectamente válidos para la movilidad moderna, sino como los sustitutos naturales de las motos de toda la vida.

Los problemas que vienen asociados a los vehículos eléctricos (autonomía, coste de adquisición, red de recarga) se han ido minimizando cada año, y no cabe duda de que se resolverán en gran parte dentro de poco.

Lo sorprendente es que aún haya medios de comunicación que tengan el atrevimiento de preguntarse hoy si las motos eléctricas son el futuro. No son el futuro; son el presente.

Pablo Ortiz

Imagen de portada y cabecera: Biblioteca Nacional de Austria desde Unsplash

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